Se propone una Universidad del futuro con un modelo educativo con la misión implícita de formar profesionales íntegros, responsables, investigadores, analíticos, con una elevada preocupación científica, y no con la superficialidad y el profesionalismo simplista de hoy. Individuos preparados para afrontar el reto de resolver la problemática grave de nuestra sociedad vuelta trizas, de lideralizar los procesos evolutivos de la comunidad, desde cualquiera que sean sus frentes de trabajos. Profesionales dispuestos siempre al servicio, a buscar y alcanzar el progreso, y lo más importante, prestos a empujar el carro varado del desarrollo de la población. La población, el ser humano como componente básico del país, debe ser el objetivo primero del egresado de esa universidad llamada del futuro. Cada uno desde el rincón de su profesión, siendo un egresado idóneo, tendrá una visión contra la corrupción, será investigativo en su medio de acción, con lo cual contribuirá al mesurado uso de las tecnologías y los recursos, con lo cual se sedimentará el progreso.
La educación universitaria del futuro debe ser renovadora. Capaz de actuar sobre su realidad vigente, sobre su problemática cotidiana, cuestionarla, evaluarla, mientras se actualiza y se proyecta hacia el futuro, un futuro de rápido llegar. Todo cambia muy rápido, se desarrollan nuevas y más eficaces tecnologías. Esto es a diario, lo actual de hoy, días después puede no serlo. La verdad científica de la mañana no lo será en la tarde. Cuan distinto es el mundo desarrollado de finales del siglo XX, de la visión García-Marquiana de Macondo, donde al parecer todo siempre es igual, las cosas son y están siempre iguales, los pueblos y sus gentes estáticos, sin cambiar, donde es lo mismo ser lunes o martes, todo bajo el sopor del trópico. Mas la realidad actual es distinta, todo cambia, y cambia rápido, todo se desarrolla bajo una acelerada actividad técnico científica. Hay que andar, porque no todos los pueblos llegaran al mismo tiempo al siglo XXI. Mientras los países desarrollados se miren en el espejo reluciente del milenio que llega, muchos otros pueblos estarán aleteando o experimentando estertores de muerte, sumergidos en las vivencias rudimentarias y típicas de comienzo o mediados de siglo XX, todavía sin descubrir y adoptar las tecnologías que en otros confines ya han caído en lo obsoleto.
La Universidad del futuro debe ser práctica y crítica, novedosa y autentica, científica e investigativa, una verdadera punta de lanza para la búsqueda y el permanente atesoramiento del conocimiento. Compuesta por individuos capaces de colocar en perspectiva los conceptos relacionados con la docencia universitaria y la investigación, binomio que genera conocimiento nuevo, tecnologías, medios y modos de trabajo, lo que redunda en mejoría de la producción, mejoría de la calidad de servicio y de atención. Todo esto lleva al desarrollo. La Universidad y el desarrollo de los pueblos, o más bien la Universidad para el desarrollo de los pueblos.
A su vez la Universidad debe ser el motor del desarrollo de ella misma, léase autonomía, debe ser el motor que genera el progreso de su gente, de su comunidad, de su país. En la esencia de toda esta estructuración, lo humano, como artífice del desarrollo de la máquina. La universidad debe ser humanística, estimulando el desarrollo del ser humano en su integridad, en lo personal, formando hombres investigadores, hombres de alto rendimiento cotidiano, científico, técnico y político, porque estos mismos hombres serán los encargados de diseñar, estructurar, proponer, modificar, aplicar y evaluar las políticas de desarrollo en todos y cada uno de los frentes, para así despejar el panorama oscuro y triste de la actualidad.
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