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Metáfora del Anillo; aprende a valorarte

miércoles, 26 de marzo de 2008

Mi propuesta (personaje Esperanza Mora)

Los docentes que llevan ya unos cuantos años impartiendo clases se quejan de que las sucesivas oleadas de adolescentes que llegan a los colegios e institutos son cada vez más inmaduros. Les falta capacidad de concentración, no muestran interés por el estudio, no se apasionan… Son chicos y chicas, que han crecido inmersos en la cultura audiovisual, están acostumbrados a la intensidad de las imágenes: han desarrollado poco el pensamiento lógico y mucho las emociones.

La escuela sigue atendiendo exclusivamente a los aspectos intelectuales y racionales de la personalidad: no sabe operar con las emociones. Por eso resulta cada vez más difícil motivar a los alumnos y conseguir que su deseo de aprender les permita hacerlo.

Por ello desde los más bajos niveles educativos tenemos que poner algún remedio, que parte de la forma de enseñar que los docentes empleamos. Debemos enseñar a nuestros alumnos de forma creativa.

Para empezar a transformar esta situación propongo un cambio de metodología que atienda a todas las facultades y desarrolle el mayor número de capacidades de los alumnos, dando entrada también a la creatividad y la fantasía. Algunas ideas que están en la base de esta propuesta son los siguientes:

Se aprende con todas las facultades de la mente y con todos los sentidos del cuerpo.

La metodología que proponemos intenta desarrollar todas las capacidades intelectuales y emotivas de los alumnos. Se intentan potenciar la percepción, la observación, la sensibilidad; la espontaneidad, la curiosidad y la autonomía; la fantasía y la intuición. Se busca que los alumnos desarrollen la memoria visual, auditiva y cinética. Por eso las estrategias de aprendizaje serán muy variadas y entre ellas ocuparán un lugar importante aquellas que requieren movimiento y manipulación; se plantearán diversos caminos hacia el conocimiento que pueden y deben pasar por el mayor número de sentidos posibles. Nos parece importante que el conocimiento se viva y experimente para que quede así marcado en instancias más profundas de la personalidad. Se trabajará con actividades que potencien los sentidos tendrán cabida en el aula elementos no convencionales como el fuego, los aromas, la música, papeles y pañuelos de colores, imágenes sorprendentes, etc. Y se puede recurrir también al humor, al juego, al uso de elementos simbólicos e imaginarios; al trabajo en equipo; a audiciones, lecturas y escrituras creativas, etc.

El aula puede convertirse en un “espacio sagrado de juego”.

La geografía de las aulas de Primaria están llena de aristas: Todo allí habla de rigidez: las sillas y mesas, el lugar del profesor, las ventanas, siempre algo sucias y desvencijadas, la pizarra, las puertas, las luces del techo… Es uno de los espacios menos creativos que existen. Por eso es necesario transformarlo, para dotarlo de flexibilidad e interés. Con muy pocos recursos el aula puede convertirse en un espacio sagrado; lugar especial donde es posible la aventura de aprender. Se puede transformar la clase moviendo los muebles de sitio o haciendo que los que se desplacen sean los alumnos: cambiar de sitio es ponerse en el lugar del otro, cambiar de perspectiva, poder ver las cosas desde otro lugar; es romper con estereotipos, variar la rutina del "orden establecido"; y predisponer la mente y el espíritu para aceptar los nuevos conocimientos.

Otro recurso consiste en realizar un breve rito o ceremonia, que puede ser muy simple, pero que sirve a los alumnos como señal de que ahí, en ese momento, empezamos a hacer algo diferente y en otro lugar. Podemos, por ejemplo, adornar el aula con algún elemento simbólico, relacionado con lo que vamos a estudiar ese día; o recurrir a la música de entrada y de cierre, que indique que, en el periodo entre ambas melodías, el tiempo y el espacio adquieren una naturaleza propicia para que pueden ocurrir las cosas más insospechadas; sería el equivalente al redoble de tambores cuando comienza la función del circo, al "¡se levanta el telón!" y también –al final- cuando "cae el telón".

El profesor y los alumnos han de estar preparados para el intercambio.

La enseñanza es ante todo comunicación. En nuestro modelo metodológico la relación entre el profesor y sus alumnos es muy intensa y moviliza muchas emociones. Para que el intercambio se produzca, tanto el profesor como los alumnos han de mantener una actitud abierta y receptiva. Por eso los docentes tendrán que prepararse, y preparar a su vez a los alumnos para el aprendizaje. Una preparación muy fácil consiste en realizar algunas actividades motrices, (un breve caldeamiento en el que provocamos una descarga catártica de todas las tensiones corporales y emocionales), y una actividad de relajación y concentración.

Cada sesión conduce al centro de un laberinto.

El aprendizaje significativo puede realizarse por recepción -a través de las explicaciones del profesor- o por descubrimiento: la comprensión se va realizando poco a poco, de modo parcial, en el transcurso de las actividades, a lo largo del proceso. Al final, se descubre la totalidad. Nuestro modelo metodológico trabaja con el segundo tipo. Por ello, toda la actuación didáctica ha de estar bien graduada. El acercamiento al núcleo de aprendizaje se ha de hacer no sólo por vía racional; hay también un acercamiento intuitivo, emotivo, irracional.

Los contenidos de aprendizaje se enlazarán y presentarán de forma coherente. En todas las sesiones, debe existir un hilo conductor que lleve a los alumnos a desentrañar el misterio, a llegar al centro del laberinto, a descubrir y asimilar el nuevo conocimiento. Para conseguir esto, es muy importante programar entre actividad y actividad distintos entrenamientos: Hay que escoger cuidadosamente el momento en que se da la información teórica. Los conceptos se dan después de que los alumnos hayan realizado una serie de actividades que les permitan descubrir o experimentar los aspectos que se van a trabajar de forma teórica. Lo importante no es entregar "la suma del conocimiento" sino dar la información relevante en el momento en que los alumnos la necesiten y demanden. El profesor tendrá las manos llenas de preguntas, no de respuestas.

Hay un momento para hacer; otro para reflexionar sobre lo hecho y evaluar lo realizado.

Para favorecer el aprendizaje es importante no criticar ni juzgar. Si el profesor o los propios alumnos, consigo o con los otros compañeros, muestran una actitud crítica sobre lo que están haciendo, no podrán actuar libremente, no darán cauce a todas sus potencialidades. En este modelo metodológico es muy importante ampliar los límites de libertad, crear en el aula un clima de tolerancia propicio para que los alumnos puedan expresarse. Hay que evaluar lo hecho, pero nunca a lo largo del proceso, sino cuando éste ha terminado.

1 comentario:

María Dolores Díaz Noguera dijo...

Muy bien. Me gusta mucho esta entrada.

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